Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1616
Legislatura: 1894-1895 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 21 de mayo de 1895
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 125, 3796-3799
Tema: Postura de los partidos ante las elecciones municipales celebradas en Madrid

El Sr. SAGASTA (D. Práxedes Mateo): Para que en ningún caso puedan considerarse las pocas palabras que voy a pronunciar como inspiradas por el despecho de la derrota, empiezo por hacer una declaración: el partido liberal podrá estar sentido y resentido, pero no se considera derrotado por lo ocurrido en las últimas elecciones municipales, porque, en realidad, si bien ha intentado sacar algunos con-[3796] cejales para conservar su representación en los Ayuntamientos, y en cuyo favor ha hecho, como era natural, todo lo que ha podido, no ha pretendido presentar batalla ni al Gobierno ni a ninguna de las oposiciones.

Opinaba yo cuando era Gobierno, como opino hoy que estoy fuera de él, que si se quiere de veras mejorar la administración municipal, es preciso empezar por quitar todo carácter político a la elección de concejales y por procurar que los partidos designen, sin espíritu ninguno de partido, sin consideración a sus opiniones políticas, todos aquellos candidatos que por su posición, por su influencia, por su prestigio en los distritos, puedan ser una garantía de la recta administración municipal. Así, no atendiendo a opiniones políticas, podrían los Gobiernos llegar a combinar candidaturas, no que signifiquen el triunfo de un partido sobre otros partidos, sino que conozcan y satisfagan mejor los intereses de la localidad. Sólo de esta manera se evitaría el espectáculo triste de que los Ayuntamientos, Corporaciones administrativas elegidas por los pueblos, cambien con las situaciones políticas, y además se establezca el sistema funesto de que, no ya cada partido, sino cada hombre político, necesite que sean suyos los alcaldes, suyos los concejales, suyos los Municipios, para que no haya ni alcaldes, ni concejales, ni Municipios, ni administración municipal. (Muy bien.)

De haber seguido yo en el poder, hubiera propuesto este medio a las oposiciones, y ahora, fuera del poder, estaba dispuesto a aceptar toda transacción que nos condujera a este resultado.

El partido liberal ya inició este mismo pensamiento respecto de los jueces municipales, a los cuales se exigió garantías y condiciones que no se exigían antes; pero para que este sistema produzca resultado, es necesario que lo sigan todos los partidos, porque si lo sigue sólo el partido liberal, no se consigue nada más sino que el partido liberal salga perdiendo en este juego de la política.

Pero la división del partido conservador en canovistas y silvelistas ha echado por tierra todos mis propósitos, porque los unos y los otros, ansiosos de pelea, buscaban la ocasión más inmediata de medir sus armas y de patentizar sus fuerzas, y han creído que las elecciones municipales eran la ocasión más propicia al efecto, con lo cual se ha convertido la contienda electoral en una gravísima cuestión política de gran trascendencia. Y en este estado las cosas, ¿qué había de hacer el partido liberal? ¿Aprestar también sus armas y presentar la batalla al Gobierno? ¡Ah! Eso, no sólo no hubiera sido conveniente, sino que en estos momentos era altamente peligroso, porque estar en guerra con el Gobierno en las calles, en las plazas, en los comicios, en las capitales, en los pueblos, en los campos, para ganar las elecciones, y vivir en paz en el Parlamento para otorgarle los recursos que ha menester para gobernar, eso era de todo punto imposible, y el partido liberal no quiso presentar la batalla al Gobierno . ¿Había el partido liberal de apoyar a uno de los grupos del partido conservador contra el otro? ¡Ah! Eso hubiera sido altamente inconveniente, porque hubiera contribuido a enconar más y más las heridas que mutuamente se infieren las dos ramas en que el partido conservador aparece dividido, cuya división lamento profundamente y veo con hondísima pena, porque si ella puede satisfacer por el momento instintos de amor propio y halagar quizá la conveniencia pasajera de un partido, al fin y a la postre es altamente perjudicial al interés público, que está por encima de los intereses de todos los partidos, y éstos deben anteponer a los suyos el interés público, en bien de la Patria y en bien de las instituciones. (Aprobación.)

Todo lo que sea debilitar organismos creados, en los cuales se funda el régimen político en que vivimos, me parece temerario y altamente peligroso para la paz pública, a la cual todos debemos prestar el más constante y ardoroso concurso.

Pues bien, Sres. Diputados; si el partido liberal no podía presentarse en las elecciones municipales para reñir batalla con el Gobierno; si estaba imposibilitado también para no abrir más, que lo están ya mucho, las heridas que mutuamente se infieren los unos y los otros conservadores, ¿qué había de hacer? Y al ver que por estos motivos la lucha electoral, más que combate entre partidos, más que contienda de ideas, eran reyertas de familia, eran enconos del amor propio, eran impulsos del odio, fundamento y origen principales de los muchos amaños cometidos en las últimas elecciones, porque el odio es ciego, va al mal, pero como no ve no repara en los medios de conseguirlo; el partido liberal, que no tenía nada que hacer con una guerra civil entre conservadores como no sea lamentarlo profundamente, que no sentía ni el impulso del amor propio, ni las heridas que los otros sentían, ni los empeños del odio, ha debido limitarse, como modestamente se ha limitado, a conservar la representación que pudiera tener en los comicios, sin aspirar de ninguna manera al triunfo sobre ningún partido, y sin favorecer ni contrariar a ninguna de las tendencias del partido conservador; a presenciar con pena las contiendas, los embates y las hostilidades del partido conservador en las dos ramas en que se halla dividido.

El partido liberal, pues, que no ha tenido la pretensión de alcanzar la victoria sobre ningún otro partido, que nada ha hecho por conseguirla, no se considera derrotado; pero si está resentido, más que por el resultado de la lucha, por los reprobados medios que se han empleado para obtener la victoria.

Pero ¿es que el partido liberal ha visto con indiferencia el empleo de estos medios? ¿Es que ha abandonado la defensa del derecho, atropellado y escarnecido en las ultimas elecciones municipales, rehuyendo cuanto ha podido el debate, como se desprende de las palabras del Sr. Azcárate? No, y mil veces no. Y este cargo que se desprende de las palabras del Sr. Azcárate, es tan injusto como contrario a la verdad y contrario a los hechos; porque después de todo, aparte de la iniciativa que en este asunto tomó el Sr. Silvela con la habilidad y el talento que le son propios, el que verdaderamente ha tratado este asunto en términos más concretos y más precisos ha sido el partido liberal por el órgano elocuente de uno de sus correligionarios, el Sr. Conde de Romanones.

De suerte que, lejos de haber rehuido el partido liberal este debate, le ha apresurado más aún que lo han hecho los mismos republicanos, y ha acudido a la defensa del derecho atropellado con más presteza que los mismos republicanos, que hasta ayer no han tomado parte en la cuestión, y que para tomar parte en ella se han valido como base de sus argu-[3797] mentos, de los datos, de los antecedentes, de las noticias y hasta de las observaciones aportadas aquí por el Sr. Conde de Romanones, órgano del partido liberal en esta Cámara y en este asunto.

Conste, por lo tanto, que no han sido perezosos en esta cuestión los liberales; que en todo caso lo habrán sido los republicanos, que, después de todo, han ido a la zaga de los liberales en esta cuestión, y que no han hecho más que seguir, no sólo su propio camino, sino hasta sus mismas huellas.

Pero ¿es que no bastan las declaraciones hechas aquí por el Sr. Conde de Romanones, ni las interrupciones y protestas que han salido de los bancos de esta mayoría, y se pretende que yo las repita aquí? ¿Es que se quiere que yo diga, como el Sr. Silvela, como el Sr. Conde de Romanones, como el Sr. Azcárate, como cuantos Diputados me han precedido en el uso de la palabra, que estas elecciones han sido malas, que constituyen, en efecto, un triste retroceso en nuestras costumbres electorales, que significan un desprestigio para el sistema representativo, que envuelven y encierran grandes desconfianzas y grandes desalientos para el porvenir? Pues lo digo, y si es necesario lo repito. Es más: ya lo tengo apuntado como partida importante en el cargo de la cuenta que el partido liberal tiene con el conservador, para que, cuando haya desaparecido todo peligro, se le exijan las debidas responsabilidades y el saldo que a favor del partido liberal ha de resultar. Partida que de seguro habrán cargado también al partido conservador las instituciones y el país, en la cuenta que las instituciones y el país, siguen a los Gobiernos ; partida que no ha de influir ni poco ni tarde en la liquidación final, en el saldo total y definitivo, a no ser que instituciones, país y Gobierno quieran ir a la insolvencia para llevarnos a todos a la bancarrota política. (Aplausos.)

Después de eso, ¿qué quiere el Sr. Azcárate? ¿Por qué no hago yo más, por qué no lo hace el partido liberal? ¡Ah Sr. Azcárate! Yo no hago más, ni hace más el partido liberal, porque el rompimiento absoluto hoy del Gobierno con la mayoría parlamentaria es tan grave, que no se sabe a dónde nos llevaría, y traería aparejadas tan graves responsabilidades, que yo no las quiero, no, para el partido liberal, cuya corrección hasta ahora es digna de los mayores aplausos de la opinión pública, y merecerá sin duda mañana el premio de su más absoluta confianza.

Yo, que tengo la convicción de que cualquier acto que rebase los limites impuestos por la circunspección en estos momentos redundará en daño de todos, pero más que en daño de todos en daño del que lo ejecute, no quiero, no, que lo ejecute el partido liberal. (Muy bien.) Después de todo, ¿qué inconveniente había yo de tener en censurar los actos del Gobierno de S. M.? No; yo he adquirido, en nombre del partido liberal, el compromiso de ayudar al Gobierno a legalizar la situación económica, porque sin ella no se puede gobernar en paz, y los partidos de gobierno, en la oposición como en el poder, deben cifrar todo su empeño en el propósito de procurar y mantener la paz pública. Esto exige el patriotismo; yo no me he comprometido a no censurar al Gobierno en los actos que creyera dignos de censura, porque comprometerme a semejante cosa hubiera sido indigno de mi partido, indigno de mí.

Nadie, absolutamente nadie, ha tenido semejante exigencia; pero si la hubiera habido por parte de alguien, yo la hubiera rechazado con la mayor indignación. El temor de que por un conflicto parlamentario o por una derrota del Gobierno se pudieran cerrar las Cortes sin votar los presupuestos, colocando a nuestro país en una de las situaciones más graves en que se ha vista pueblo alguno regido por el sistema constitucional, y el deseo patriótico de que el Gobierno de la Nación, cualquiera que él sea, no aparezca debilitado cuando se está en guerra con los enemigos de la integridad de la Patria, imponen todos, Sres. Diputados, ineludibles deberes y, si es necesario, grandes abnegaciones y dolorosos sacrificios. Lo menos que se puede pedir al partido liberal, lo menos que se puede pedir a la mayoría parlamentaria, es que, después de protestar debidamente y con la energía posible de los actos ocurridos, reserve hoy por hoy, todo cuanto humanamente sea posible, las censuras al Gobierno . Si las pasiones, si los empeños del amor propio puestos en las contiendas electorales, si los malos hábitos adquiridos han llevado a las huestes ministeriales, a los vencedores, a la arbitrariedad, el conocimiento de las circunstancias, la gravedad de las consecuencias, nuestro amor al Trono, nuestro afán por la paz pública, la reflexión, la conveniencia propia, todo esto debe ser poderoso freno para los vencidos; que después de todo, si es malo perder unas elecciones porque se haya apelado a ciertos medios, peor es romper hoy las riendas del Gobierno privándole de los recursos indispensables para gobernar.

Porque provocar una crisis ministerial en estas circunstancias y en estos momentos; traer un conflicto parlamentario, y con él quizás otro conflicto más grave en las ciudades y en los pueblos, y con uno y con otro echar leña al voraz incendio de la guerra separatista, avivado con la esperanza de perturbaciones peninsulares, sería, Sres. Diputados, una tarea que echaría abajo nuestros nobles propósitos y que dejaría incumplidos nuestros compromisos, que rechazaría nuestro patriotismo.

Después de todo, Sres. Diputados, hay que tener en cuenta que la libertad de fiscalización no debe ser ahora, me parece a mí, tan absoluta y tan completa como en otras circunstancias, porque para eso el Gobierno empezó sinceramente por declarar que no venía a discutir, que no venía más que a sacar adelante los presupuestos, y que para todo lo demás recusará a la mayoría, y la mayoría aceptó la recusación ; y sólo por eso y en ese concepto estamos aquí y están abiertas las Cortes, que de otro modo, ni estaríamos aquí nosotros, ni las Cortes permanecerían abiertas.

Pero ¿es que a pesar de esto el Gobierno, olvidándose de las graves consideraciones que he tenido la honra de exponer, y prescindiendo de su difícil situación y de la no menos difícil de la mayoría parlamentaria, ha realizado algún acto merecedor de reprobación y digno de censura? ¡Ah! Pues tanto peor para el Gobierno, y tanto más meritorio para la mayoría parlamentaria, que en favor del Trono y de la Patria tiene que hacer mayores sacrificios.

El Trono, y el país que nos mira, juzgarán a los unos y a los otros, y a cada cual les darán pronto su merecido. ¿Es esto mansedumbre, como quería significar y como significó el Sr. Azcárate? ¡Ah Sr. Azcárate! De la misma manera dicen y apostrofan a [3798] SS. SS. Sus amigos y correligionarios porque cumplen con su deber. Pero, en fin, la suavidad y la benignidad en el trato o en la condición, que si no recuerdo mal es lo que significa la palabra mansedumbre según el Diccionario de la lengua, pueden llegar al oprobio cuando se trata del débil enfrente del fuerte; pero, cuando sucede lo contrario, en el fuerte la benignidad no es oprobio, sino virtud en el grado más excelso, en el del más puro desinterés y más puro patriotismo. (Aplausos.) Virtud a que sin duda no faltaría, si se encontrara en mis circunstancias, el Sr. Azcárate, dada la rectitud de su carácter, y siguiendo, como diría el Sr. Salmerón, los dictados de la conciencia pública y los impulsos de su propia conciencia.

Para concluir, Sres. Diputados, voy a sintetizar mi pensamiento en brevísimas palabras. Protesta, y protesta enérgica, contra los medios reprobados empleados en las elecciones; pero calma, circunspección, patriotismo, para otorgar al Gobierno cuantos recursos haya menester, no sólo para gobernar, sino para atender debidamente a nuestros heroicos y sufridos soldados, que tan lejos de la tierra en que nacieron, allá en la manigua, luchan, no sólo contra el plomo enemigo, sino contra el aire emponzoñado de mortífero clima, en defensa de la honra y de la integridad de la Patria. He dicho. (Aplausos.)



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